domingo, 26 de julio de 2009

UNA CANCIÓN

Tengo los nudillos en carne viva de llamar a tu puerta, la piel la dejé debajo de tu felpudo por si querías que volviera. Tengo las uñas rotas de trepar soledades y los ojos apagados de intentar volver a verte. La lucidez me traiciona y te imagino respirando otros labios y fundiendo con saliva otro cuello. No me digas que te acuerdas de mí que soy idiota y te creo y me planto a tus pies con aire digno y firme, pero hecha añicos por dentro, repitiendome tonta de mí porque sé que me iré con sólo unas migajas en las manos y lágrimas en la cartera. Venderé mi alma a cualquier mentira que me permita llegar a mañana y sobrevivirte una noche más. Y cuando amanezca ya sin alma me dispararé justo en la sien con las verdades que han inundado mi baño y empañan los cristales que no me dejan adivinar qué hay al otro lado. Aunque sinceramente pienso que me importa una mierda lo que haya ahí fuera, si mi cama sigue vacía. Me arderan los nudillos cuando saque las migajas de los bolsillos para aferrarme a cualquier tontería y no tener que trepar más sombras que ya son tan grandes que no me distingo bajo el sol de las tres de la tarde. Me vuelven a cegar tus pocas palabras, más que toda la luz del soleado mes de julio. Escalaré hasta la azotea para ver si te diviso entre los tejados de esta ciudad inmesa que hace imposible que me cruce contigo en cualquier esquina. No me cuentes más milongas me repito de vuelta a estas sábanas sucias y revueltas que huelen a sal y maldades, las más crueles que yo misma clavo en mis heridas todavía abiertas. Cargaré el tambor y dispararé una vez más, me da igual si con verdades o mentiras, pero directo a la sien y esta canción acabará con un telón rojo, tan vivo como la sangre de mis nudillos.

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