lunes, 8 de junio de 2009

VETE GATO, VETE YA.

Me falta oxigeno. Da igual lo profundo que respire; me falta oxigeno. Da igual que intente no pensarlo; me sigue faltando oxigeno. Tengo un gato que me araña las tripas y las convierte en el ovillo con el que juega; ovillo que hace más grande o más pequeño a su antojo. Y yo solo quiero que se vaya.

No es la primera vez que tengo un gato en mis tripas. Han pasado varios: Unos se llamaban desamor, otros hastío, vacuidad, desmotivación...nunca supe claramente cuál de ellos era hasta que los puede ver alejándose, desde cierta distancia, ya a salvo. Este último (que todavía no tengo claro quién es) lleva mucho-demasiado- tiempo aquí dentro y empiezo a no poder soportarlo. Me revuelve tan fuerte las tripas que me encojo hasta hacerme pequeña. Me anuda de tal manera la boca del estómago que soy incapaz de derramar una sola lágrima. Este gato se ha adueñado de mis fortalezas y valentías. Ha hecho de ellas su tejado en el que juguetea durante el día y maúlla desgarradamente toda la noche hasta llevarse mi propio aliento. Y no consigo que se vaya.

Y a pesar del dolor que me provoca el llanto seco que quiebra mi garganta, voy a gritarte y a suplicar: Vete gato, vete ya. Encuentra tu camino, que yo no puedo continuar. No puedo soportar un desvelo más aterrorizada por esta asfixia que me hace sentir que voy a explotar. Explotar de dolor y agonía, de tristeza y confusión. Intoxicada por el veneno invisble que va devastando mi interior. Derrotada por la desazón y el hastío que se abre paso hasta la boca del estómago y me enmaraña la respiración, me pisotea las esperanzas y me empuja a la deseperación. Por favor, te lo pido uno vez más; te lo ruego, te lo suplico : vete gato, vete ya. Vete y devuélveme mi alegría, mis ganas de vivir, mi esperanza, mis fuerzas, el sentido que le encontraba a seguir. Te lo digo a ti, escuchame por favor, a ti agonía, a ti desamor, olvido, hastío, dolor o soledad…a ti, seas quien seas, te lo ruego: vete, que no puedo más.

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