sábado, 20 de junio de 2009

NUBES EN LOS PÁRPADOS

Hoy me siento entre cansada y confusa. Quizás lo primero desemboca en lo segundo.

Es una mañana de sol y temperatura templada que irá enrojeciéndose en los próximos minutos. Supongo que los colores deben brillar a los ojos de los rayos. Digo supongo, porque desde los míos hoy parece un día nublado, en el que los colores se han atenuado y la temperatura, aunque es agradable, me huele a frías gotas de invierno. No, más bien de otoño. El otoño que va apagando los estallidos del estómago disimuladamente mientras sonreímos las fotos de este verano.

Si bien soy una persona que no suele mirar al futuro (porque no creo que exista), que me detengo en los momentos y los exprimo para hacerlos míos, no es raro que amanezca con nubes en los párpados. Me cuesta adivinar el camino. Así que me abandono a mis pies descalzos que casi siempre acaban en el sofá mirando los rincones y divagando entre las teclas. Suelo llegar a la conclusión de que es por el cansancio por lo que me da por pensar que quizás deba girar a la izquierda en el próximo cruce, que puede que no haya leído algún cartel de estos últimos kilómetros o si ya es demasiado tarde para volver a la estación y arriesgarme a tomar ese camino sin asfaltar que no he olvidado a estas alturas.

Sé que suspiro los inviernos por el calor y la luz de las mañanas de verano, y que los aspiro porque la lluvia no se convierta en hielo en las aceras en sombra. Que escondo 30º de serotonina para recuperar los inviernos que acompañan las tormentas que truenan en mi pasillo. Y sé que cuando se hayan evaporado los charcos de esta tormenta de verano, llegarán las nieblas del invierno, que esperaré que se coloreen hasta arder en las arenas blancas y también en las oscuras, que son mis preferidas.

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