Te invito si tú quieres a otra copa de vino y a volver a prácticar la sinceridad que siempre nos concedimos. Vamos a hablar a media luz, en este sofá sólo hay hueco para verdades, olvídate de miedos e intenciones. Vamos a beber por cada pregunta que guardo sin repuesta. Lo sé, sé que algunas ya te las he hecho antes. Me arriesgaré a que sigan sin respuesta, o peor aún, me arriesgo a que digas algo. Para entonces espero haberme bebido hasta el último sorbo y que anestesiada por el vino no me hagan tanto daño. Mañana amaneceré dolorida y magullada, pero ya no tendré preguntas sin respuesta a las que aferrarme en los malos ratos.
Así que abro mi botella de vino, alzo la copa y doy mi primer trago:
por qué quisimos saborearnos las muñecas
y compartir los insomnios de madrugadas demasiado cortas
por qué nos descubrimos sin reservas
y nos enredabamos con piel, huesos y sudor
cada noche, cada tarde, cada mañana sin remedio
por qué decidiste dibujar otros muslos
y yo inventarme que ya no te recordaba
por qué creiste que fín era una buena palabra
y yo que adiós era hasta luego
por qué todavía necesitamos respirarnos al oído
y rozarnos la piel
por qué nos seguimos clavando la mirada
intentando adivinar los silencios
por qué hoy nos despedimos hablando bajito
y nos buscamos los días nublados.
por qué me sigues encontrando
por qué todavía te adivino
por qué ya no esperas nada de mí
Por qué aún así le busco sentido
por qué no me dices qué hago yo aquí,
y por qué tú tampoco te has ido.
(Estoy borracha y abatida esperando sólo un abrazo que responda todas mis preguntas, pero es tu turno y no sé si podré soportalo. Voy a por otra botella de vino ya sea para brindar por los dos, o para ahogarme en el desamparo).
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