De pequeña a mí también me leyeron
todos esos cuentos de
princesas desterradas,
y víctimas de maleficios
de hijastras sometidas,
y damiselas bajo cautiverio.
Y todos ellos coincidían en lo mismo:
el Happy Ending
(con un bonus: un "principe" forrado
y buenorro)
Claro que había otros sin final feliz
pero terriblemente románticos
en los que los amantes preferían morir
a no poder pasar juntos el resto de sus días
Y confieso que aquel final,
ese de “El amor todo lo puede”
me parecía irresistiblemente esperanzador.
Han pasado unos años desde entonces
Unos cuantos años
Y uno se da cuenta de que,
después de haber vivido alguna que otra
Bonita
Romántica
Difícil
Jodida
Dolorosa
Agónica
Generosa
Retorcida….(a veces todo a la vez)
Historia de amor (¿?),
resulta que la realidad es que
los castillos son de protección oficial
y están adjudicados de antemano
a los hijos de fulanito y menganito
y que los proyectos a príncipe
han preferido
echar un polvo con alguna tía
que está más o menos buena
pero que saben seguro que
por la mañana
se habrá convertido en calabaza.
Y me jode.
Sí, me jode.
Me jode y odio haber sabido
a tan influenciable e inocente edad
de todas esas películas, cuentos y canciones.
Odio a los acaramelados
A los románticos empedernidos
A los que me juraron amor eterno
Y sobre todo
A los que no me prometieron nada
Odio a La Bella durmiente
A La Cenicienta
A La Bella
A Julieta y
A la puta de Julia Roberts
Llamadme envidiosa
Ingenua, tonta, rencorosa
Los más probable es que tengáis razón
Y supongo que debo agradecer,
en gran parte,
el desarrollo de tales virtudes
en mi persona
a todos los que decidieron
no acabar su cuento con un:
“Y la tonta de Blancanieves
se comió la jodida manzana
y nadie fue a rescatarla
porque el cabrón del príncipe
se había fugado con la
retorcida madrastra
que era más madurita
y por ello
mucho mejor en la cama
e indiferente al compromiso
FIN”
1 comentario:
esta vez, la historia no es mía... pero tengo una parecida...
besitos.
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