Sé que tengo que empezar la mudanza. Llevo días retrasándolo. Es imposible saber por dónde empezar, pero todavía es más difícil continuar, porque no dejo de reencontrarme con mis recuerdos, con mis pérdidas, con mis ilusiones ya extinguidas, contigo y con la que fui yo. Porque soy incapaz de decidir si debo guardar esa entrada de cine, el suvenir de aquel viaje o el billete de avión de nuestro primer viaje solos; o si debo deshacerme de todo y empezar desde la casilla de salida sin demasiado equipaje. Porque me he encontrado tu carta. Tu adiós. Y también he encontrado su libro. Su complicidad ya muerta. No puedo evitar detenerme en cada detalle y sonreír mientras algo se me retuerce dentro del pecho. Tengo la sensación de que no sólo estoy mudándome de casa. Supongo que esto también es un intento de hacer mudanza dentro de mi corazón, de mi propia alma. De recomponerla, de intentar buscar nuevos rincones para llenar con otras historias, de descolgar el cartel "cerrado por derribo" y cambiarlo por uno que diga "cerrado por reformas", aunque sé que jamás recuperaré los trocitos de mí que os habéis llevado. Esos enormes trocitos sin los que a veces me parece imposible vivir. Me da tanto miedo. Tengo miedo de olvidar estas paredes o quizás de no poder olvidarlas, miedo de no encontrarme nunca más, miedo de no ser capaz de encontrarle sentido a todo esto. Pero mientras tanto los días van pasando implacables y el dolor, lejos de atenuarse, cada día me resulta más opresivo. Así que debo hacer algo. No tengo más remedio que intentarlo, aunque, sinceramente, ¡malditas las ganas!
2 comentarios:
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Lo peor es decidir seguir adelante, a partir de ahí, todos los pasos van hacia delante, cada vez con menos esfuerzo :)
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