Se ha parado el reloj; mi libro se ha quedado sin palabras.
En medio del desastre no queda un atisbo de luz, sólo un puñado de añoranzas.
Tengo escarcha en la piel y nubes en las pestañas.
Los pies pegados a la escalera de tu casa desde que aquella tonta tormenta de verano me dejó las alas mojadas.
La rabia y la desidia se disputan las madrugadas de estas sábanas intactas en las que derramo vino cuando brindo por la soledad con tu copa abandonada.
No sé escapar, no sé arrasar, no sé negociar con la realidad.
En medio del desastre no queda un atisbo de luz, sólo un puñado de añoranzas.
Tengo escarcha en la piel y nubes en las pestañas.
Los pies pegados a la escalera de tu casa desde que aquella tonta tormenta de verano me dejó las alas mojadas.
La rabia y la desidia se disputan las madrugadas de estas sábanas intactas en las que derramo vino cuando brindo por la soledad con tu copa abandonada.
No sé escapar, no sé arrasar, no sé negociar con la realidad.
No sé avanzar, no sé no dudar, no sé dejar de esperar.
Dormida en el baño de cualquier bar de barrio con las ganas rasgadas, herida de muerte, llena de patrañas, de prejuicios, de ansiedades, vacía de esperanzas.
Cómo sigue el cuento después de la palabra Fin, después de perder el alma que dibujé en la arena de una playa olvidada.
El último gritó se me ahogó intentado que te quedaras. Yo que siempre supe qué decir enmudecí cuando me cortaron las alas.
No sé parar, no sé escuchar, no sé decirte basta ya.
Dormida en el baño de cualquier bar de barrio con las ganas rasgadas, herida de muerte, llena de patrañas, de prejuicios, de ansiedades, vacía de esperanzas.
Cómo sigue el cuento después de la palabra Fin, después de perder el alma que dibujé en la arena de una playa olvidada.
El último gritó se me ahogó intentado que te quedaras. Yo que siempre supe qué decir enmudecí cuando me cortaron las alas.
No sé parar, no sé escuchar, no sé decirte basta ya.
No sé descansar, no sé olvidar, no sé evitar mezclar sueños con verdad.
Llevo tanto tiempo buscándote que me he perdido entre las calles de esta ingrata ciudad.
Paseo entre las sombras de lo que fui y me da igual que sea de día o de noche, que ya no piense en mañana, que no me quieras más.
Voy a saltar. Voy a dormir. Voy a soñarte si no estas.
Llevo tanto tiempo buscándote que me he perdido entre las calles de esta ingrata ciudad.
Paseo entre las sombras de lo que fui y me da igual que sea de día o de noche, que ya no piense en mañana, que no me quieras más.
Voy a saltar. Voy a dormir. Voy a soñarte si no estas.
Voy a gritar. Voy a callar. Voy a perderte sin dudar.
Voy a escribir. Voy a cantar. Voy a decirte la verdad.
No sé continuar...
No sé continuar...
2 comentarios:
Y algo de esperanza nos queda, contra toda lógica, contra todo que nos dice la experiencia. Como niños nunca dejamos de albergar esperanzas.
Y yo me pregunto, por cuánto tiempo más voy a vivir en este torbellino de sentimientos? Cuánto tiempo falta para este fin ser un fin?
Me siento tan identificada con tu escrito!
Un beso.
Valentina yo he llegado a la conclusión de que tanta esperanza acaba por desesperar. Me gustaría ser capaz de no seguir teniéndo esperanza porque sé que no hay nada que hacer y porque siempre me deja un nudo en el estómago.
Uno espera pero nunca llega, y parece que, como la esperanza, la paciencia también es infinita, por lo menos en algunos casos, y eso te acaba bloqueando.
Mil gracias por estar ahí.
Un beso.
Publicar un comentario